De mi etapa durante el instituto, recuerdo un compañero al que llamaban El súper (¡qué raro! adolescentes poniendo motes a compañeros y compañeras, profesores y profesoras…). En este sentido, el susodicho salía beneficiado. Lo llamaban así porque sacaba buenas notas en todas las asignaturas. Su estrategia era bien sencilla: almacenaba la mayor cantidad de información posible, bien a través de los apuntes del o la profesora o del libro de texto y luego, en el examen o en los controles (¡uff! qué poco me gusta esta palabra), era capaz de vomitar todo aquello que había ingerido (intelectualmente hablando, claro). Vamos, un buen cliente para una educación bancaria (en términos freireanos) omnipresente en aquella época… bueno y, por desgracia, todavía demasiado presente hoy en día. Casualidades de la vida, ha acabado convirtiéndose en banquero. Fue un alumno con mucho éxito escolar porque entendió perfectamente cuál era la lógica docente de aquella época (y, mal que nos pese, ...
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